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Autoarrepentimiento

Me confundo. No sé si ser parte de ellos me es relevante, o clasificarme como uno. Me refiero a los escritores. Hay algo, seguramente el estúpido instinto adolescente, que me limita al crear mi propia historia. Aquel que diga: La historia es solo del pasado, jamás en su vida ha experimentado el sentimiento y el deseo de inventar con la tinta.

Marcelo Lillo, escritor desarrollado en Niebla, Chile, me dio una extraña confianza respecto a la idea de ser un literato distinto. Me provocó un vuelco en la perspectiva que yo tenía y no me arrepiento de haberlo leído su relato: “Hielo” (El fumador y otros relatos). Emerge, a través de las palabras y el fiel diálogo, a un personaje novelista, Madrid, que abandona a su familia por el deseo de escribir. Se gana la vida vendiendo sus libros a través de cualquier medio que esté a su alcance por todo el sur de Chile. A sí mismo se galardona como el autor más vendido de todo el país, con un número de copias que ni él mismo cree. Aún con esta locura de vida, de viajes, sueños y placeres, se siente constantemente arrepentido. Y es así como yo me denomino. Soy más arrepentido que humano. Cuando empecé a escribir, ni siquiera abría un libro por placer, teniendo una biblioteca en casa. Y ahora me siento ignorante al leer las maravillosas obras de Borges, con todo ese constante e impactante de conocimiento que representa su estilo. Y yo –arrepentido – me limito a escribir solo que siento, con un insignificante talento y detalle.

Días atrás un primo me vino a visitar, yo andaba por solo unos días por mi ciudad natal y aproveché de llamarlo por teléfono para decirle que nos juntáramos. La primera impresión que me dijo al ver mi rostro, no fue la imperfección producto de mi acné, sino del impregnado aburrimiento que me controlaba. Luego de escuchar sus directas palabras, me hizo pensar que estaba perdido y que era lo que estaba provocando tal estado en mi cara. Seguramente el inundarme en estas hojas ha dado esa figura en mi débil personalidad. Pero aun así, me gusta cómo me veo, como me voy creando paso a paso. Diferencia es la palabra que debió haber pronunciado mi primo al verme. Me di cuenta de eso cuando salimos hacia la calle, impregnados a la sombra del pimiento, en la atractiva oscuridad que forma la luz de la luna. Sin embargo aún me arrepiento de haber empezado a escribir, porque aunque no tenga luz, un escritorio o un sofisticado bolígrafo, seguiré plasmando mi propia historia.